LAS AFINIDADES ELECTIVAS

En una reciente entrevista en la prensa, el artista Christian Boltanski acababa la conversación con la siguiente observación: “Un artista tiene que deambular, chismorrear, perder el tiempo. Lo peor que le puede pasar es volverse profesional. Y yo, por desgracia, me he vuelto profesional…”[1].

Esta opinión de Boltanski en referencia al mundo del arte recuerda la posición de Ortega y Gasset cuando en 1939 defendía la necesidad de lo superfluo en un mundo cada vez más tecnificado[2]; o más recientemente, nos traslada a las disquisiciones del profesor de literatura y filósofo Nuccio Ordine en su libro titulado “La utilidad de lo inútil”[3]. En éste, Ordine hace una acérrima defensa de aquellos saberes humanísticos que no producen beneficios inmediatos, aquellos que son ajenos a cualquier finalidad utilitarista y que son difícilmente monetizables. Entre éstos, cuenta con la literatura, la filosofía, el teatro, la música, … conocimientos de gran utilidad, dado que, aunque probablemente no generan beneficios cuantificables, sí en cambio nos ayudan a convertirnos en mejores personas.

Esta posición respecto a otras disciplinas es perfectamente trasladable al campo de la arquitectura. ¿Es posible realizar una obra de arquitectura únicamente con funcionalidad, técnica y economía, o puede que justamente el quid de la cuestión radique en aquello superfluo que no entra dentro de estos parámetros cuantificables?

Un proyecto arquitectónico debe responder perfectamente a un programa, tiene que operar de acuerdo con la normativa, entrar en presupuesto, trabajar en un contexto físico, social y cultural, y todo ello generalmente a través de una construcción que opere como medio. Pero el objetivo de la arquitectura no es construir, sino conseguir, por lo general a través de ello, otros objetivos no cuantificables, probablemente superfluos y seguramente, desde una perspectiva utilitaria, decididamente inútiles, y por ello, quizás los más importantes.

¿Y cuáles deben ser estos objetivos? En una conversación entre el creador de los TED Talks Richard Saul Wurman y el arquitecto Frank Gehry[4], este último planteaba esta misma cuestión a través de la frase “And then what?”: una vez el arquitecto ha conseguido todos aquellos objetivos que el cliente y la sociedad esperan de él, “Entonces, qué?”. Es decir, ¿cuál es su aportación? ¿Qué parámetros, dentro de aquello que gratamente consideramos como “superfluo” e “inútil”, está brindando desde un punto de vista social y cultural?

La respuesta no es inmediata, y probablemente difícil de condensar en unas pocas palabras. En realidad, la trayectoria de muchos arquitectos está justamente más que en la respuesta a esta pregunta, en la propia búsqueda del “¿y entonces, qué?”. Y es en esa búsqueda donde radica la trayectoria propia de cada uno.

En nuestro caso, esta búsqueda orbita alrededor de un atlas de lo superfluo compuesto por cinco conceptos que acostumbran a estar en las discusiones, estrategias y finalidades de los proyectos del estudio, y que conforman un panorama que define nuestras afinidades electivas:

“Multiplicidad” – Entendida como la capacidad de un proyecto de operar por capas de significado, de manera que permita sistemas abiertos con la posibilidad de adaptarse fácilmente a los cambios que muy probablemente deberá afrontar a lo largo del tiempo.

“Imperfección” – Como valor positivo frente a aquellos proyectos totalmente acabados, impolutos, rígidos y clínicos que no admiten nada fuera de ellos, que no aceptan la vida misma.

“Materialidad” – Trabajando con técnicas acordes con los materiales, sin imposiciones y con la mínima transformación de los elementos naturales.

“The Unexpected Little Twist” – Término prestado de Billy Wilder con el que explicaba la capacidad de un elemento inesperado de trastocar la lógica de una película (o de un proyecto) para darle un cambio de significado a través, si es necesario, de un estudiado sentido del humor.

“Vida y Tiempo” – Porque, al fin y al cabo, la arquitectura está hecha para alojar la vida, y permitir, en las mejores condiciones posibles, el paso del tiempo.

En definitiva, cinco conceptos que exponen nuestro personal “y entonces, qué?”, que plantean más preguntas que respuestas y que esperemos que nunca nos lleven a tener la sensación, como le ocurrió a Boltanski, de que nos hemos vuelto excesivamente profesionales…

Anna & Eugeni Bach


[1] El País, Babelia, Christian Boltanski. Mi traume es mi fecha de nacimiento, entrevista por Álex Vicente. 26 de septiembre de 2020.

[2] Ortega y Gasset, José.; Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía, Alianza editorial, Madrid, 2008.

[3] Ordine, Nuccio; La utilidad de lo inútil. Ed. Acantilado, Barcelona, 2013.

[4] TED Talks, “Richard Saul Wurman and Frank Gehry”, Monterey, California, EEUU, Febrero de 2020.